¿Cómo podemos cautivar con nuestros textos a los que nos siguen? La eterna pregunta que nos hacemos todos aquellos a los que nos apasiona escribir, aunque, en realidad, a la hora de plasmar las letras sobre el papel, se convierte en una tarea complicada, porque el primer filtro, somos nosotros mismos, con lo que, la cruda realidad, es que las primeras personas cautivadas son los propios escritores y escritoras.
Pero, aun así, vamos a ver diferentes formas de conseguir que nuestros lectores queden cautivados con nuestros escritos.
Sin duda alguna, una de las primeras metas que debemos conseguir, es que el lector o lectora se involucre en el texto que tiene entre sus manos, se meta de lleno en la vida de sus personajes, quiera ir más allá de las propias palabras y querer saber más sobre la historia que está leyendo.
Crear esa atmósfera en la cual el lector queda atrapado por la propia historia, ¿nunca os ha pasado terminar un libro y decir: “no puede terminar así”, a eso es a lo que me refiero con involucrar, a enganchar, a que el lector se sumerja de lleno en las palabras hasta el punto de poder vivir la historia.
Cuando conseguimos crear ese ambiente, cuando la ficción se vuelve realidad, es justo en ese instante cuando el lector frena en seco sus emociones, se mete en la piel de los propios personajes y vive en sus propias carnes la historia.
A eso me refiero con parar sus sentimientos, a la empatía con los diferentes personajes, a ponerse en su lugar y sentir lo que ellos sienten.
La imaginación es la capacidad que poseemos los seres humanos de ver algo a través de las palabras, de los colores, de los dibujos, a través de una idea.
Y, exactamente eso, es lo que debemos conseguir a través de nuestros textos, ¿nunca os ha pasado estar leyendo un libro y percibir incluso los olores? Yo recuerdo cuando leí “el perfume”, de Patrick Süskind, que era capaz de oler todo cuanto el autor describía, incluso cuando describe el nauseabundo olor de vísceras y desperdicios.
En eso consiste estimular la visualización, cuando leemos, tenemos el maravilloso poder de imaginar, de ver cómo las letras toman forman, y si conseguimos eso, que el lector sea capaz de “ver” a través de nuestras palabras, tendremos una parte del camino recorrido.
Otra de las técnicas para estimular al lector es, sin duda alguna, la capacidad de crear la curiosidad necesaria para que siga leyendo, conseguir que sienta la necesidad de continuar porque no sabe qué va a ocurrir a continuación y “necesita” saberlo.
Quizás, esta técnica parece algo más complicada, pero, la realidad, es justo lo contrario, es cuestión de crear una tensión invisible que haga que el lector tenga ganas de más, que no pueda apartar la vista de las palabras para saber qué va a ocurrir a continuación.
No se trata de que la obra sea más larga o mas corta, se trata de ser precisos y transmitir justo aquello que se desea, hay relatos cortos que te emocionan muchísimo más que un libro de trescientas páginas.
Lo realmente importante no es la cantidad, sino la calidad.
Con los buenos libros pasa como con todo en esta vida, tienen que ser concisos, rotundos, describir con las palabras justas, ni más ni menos, es como con los buenos vinos, hay quien cree que si los tiene más años en la bodega serán mejores, y no es así, cada vino necesita sus años, los hay que se pican por exceso de años guardados.
Pues con la buena literatura pasa lo mismo, hay que ser precisos, y contar lo justo y necesario para recrear una imagen, para describir un lugar, para transmitir un olor… hay que dar, repito, calidad, no cantidad.
No hace mucho escribí un artículo en el que hablaba de evitar los típicos clichés o lugares comunes, pues bien, entre otras cosas, de eso se trata el ser original, no podemos caer en los típicos.
Además, un claro ejemplo, podría ser la situación actual que atravesamos, ¿nadie os ha preguntado por qué no escribir sobre la pandemia? A mi sí, en numerosas ocasiones y no, no he escrito ni tengo intención de escribir nada sobre la pandemia, eso se lo dejo a los profesionales de la historia, yo bastante tengo con vivirla.
Es un tema sobre el que mucha gente quiere escribir, y me parece genial ojo, pero no es para nada original.
Por otra parte, ser original consiste en escribir bajo tu propia perspectiva, probablemente el mismo hecho puede ser narrado de muchas maneras diferentes y, en eso consiste también la originalidad.
Otra cosa muy importante es no contar más de lo justo y necesario… el resto es paja, relleno, y eso no gusta, si escribes por rellenar páginas en blanco, no sirve de nada y, sinceramente, poca gente se sentirá atraída por un libro así, en el caso de que se llegue a publicar.
Es como cuando en el colegio, de niños, no pedían una redacción de mil quinientas palabras y, en muchas ocasiones, a partir de las seiscientas, divagábamos y nada tenía sentido.
Pues esto es lo mismo, si queremos contar una historia concreta, centrémonos en ella, no añadamos cosas sin sentido por el mero hecho de rellenar un espacio en blanco.